lunes, junio 20, 2011

Florece un guayacán amarillo al frente de mi casa

Antier ganó el equipo del que soy hincha, no sé por qué. No sé por qué ganó, pues su campaña fue pobre, y no sé por qué soy su seguidor, si me parece absurda esa identificación de las masas en torno a un club que no representa otra cosa que los intereses de sus dueños. Ni siquiera los jugadores son de la ciudad. Además, en definitiva el fútbol me gusta poco, casi nada. 
Vi el partido, a solas, y tuve el alma en vilo hasta cuando Nacional metió el primer gol. De ahí en adelante hice fuerza para que ampliara la ventaja cuando menos en un tanto, de manera que no "tuviéramos" que ir a la ronda de pénales, emocionante pero sumamente riesgosa. Llegó el segundo gol y la gloria parecía alcanzada. Nunca entiendo eso, un pueblo que se siente en la gloria porque unos tipos ganan un partido de fútbol. Pero ahí estaba yo, gritando de alegría, como bárbaro y como tonto, en mi casa. En los últimos minutos el equipo contrario empezó a atacar con mucha fuerza y me volvieron los nervios. Y ya en la fracción final de la reposición, el maldito rival hizo el gol que nos mandaba al punto pénal. Pero ganamos. Todo el mundo salió a celebrar. Yo celebré a solas. Luego me puse a leer hasta que vino el sueño y me llevó consigo a un país donde se cumplen otras leyes.
Ayer, cuando desperté, el día estaba frío. Tomé un vaso de agua y luego un café caliente. Salí al balcón a tomar el café. El mundo estaba frío. Entonces lo vi.
El guayacán que hay al frente, al lado de la canalización, floreció. Se llenó de amarillo. Un amarillo intenso, feliz, en medio del verde de los otros árboles y del gris de la ciudad. Una hermosa doble hilera de árboles recorre la canalización. Han crecido durante veinticinco años y albergan: numerosas clases de pájaros, muchos de los cuales vienen del norte cuando allí es invierno; algunas aves mayores, entre las cuales he atestiguado guacamayas, loros, tucanes, halcones y águilas; gallinazos, los carroñeros del vuelo elegante; infinidad de insectos; ardillas, muchas ardillas que de vez en cuando pasan entre esos árboles como exhalaciones de ensueño; y hasta iguanas. Sí, iguanas, que uno piensa solo se ven en la costa. Un magnífico bosque lineal separa mi barrio del vecino.
El guayacán es pequeñito. Tengo la impresión de que se quedó así, como púber, porque lo sembraron al lado de unos árboles grandotes que no le han dado espacio para crecer. Todos son tan verdes. El guayacán es tan intensamente amarillo hoy. Amanecí con la alegría del nuevo título de mi equipo y ahora viene este guayacán que durante dos días estará amarillo a llenarme el alma de alborozo. Y de pronto empieza a llover. Miro la lluvia, miro el guayacán, miro la ciudad. Mis gatos miran conmigo. Tengo dos gatos a los que les gusta ver la lluvia. Me acuerdo de algo que escribí hace algún tiempo: 

Llueve en Medellín. Cae una tempestad que me hace recordar las de la Biblia. Miro el aguacero por la ventana. Es hermosa la lluvia, pero del otro lado de mi bienestar se están cayendo casas. Toda belleza tiene como reverso el infierno.


8 comentarios:

  1. César, está muy linda esta entrada. Tengo un sentimiento similar por el Nacional y por los guayacanes amarillos y rosados.

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  2. César, me hiciste recordar cosas idas... Esas intensidades de colores que quieren demostrar la presencia de vidas distintas, a veces desqueridas.

    Definitivamente tuve razón al abandonar el gusto por el fútbol y menos por torneos como el colombiano, tan bajo de nivel que gana el menos malo.

    Un abrazo.

    JJGB

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  3. Eso de la competencia entre dos equipos es una práctica ancestral, una forma no mortal de librar una batalla, creo yo. Aunque siempre me ha parecido extraño por qué tienen que ser dos equipos. Todos los deportes son de dos equipos. Supongo que el dualismo humano está inmiscuido en el asunto (dos manos, dos ojos, dos pies, luz/oscuridad, vida/muerte, día/noche, mujer/hombre) y cada vez que uno ve un partido de algo, se está imaginando, sin saberlo, una especie de lucha entre el bien y el mal. El fútbol es muy interesante, pero no tengo un equipo de cabecera. Me gusta ser hincha del segundón, del que carece del apoyo popular o el que tiene todas las de perder. Estúpido Equidad como me puso a sufrir.

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  4. La ambulancia iba pasando por ahí. Con seguridad llevaba a un enfermo para que viera las cosas bellas de la ciudad y dejara la intención de morirse. Fijo era una ambulancia con whisky.

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  5. Comento porque me encantó tu entrada ya que soy un muchacho que mira la lluvia...

    Vos entendés.

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  6. De pronto, rayos de sol llueven sobre los árboles y pintan de amarillo las hojas; hojas que días después han de morir sobre el asfalto. Y el cielo que se quiere derretir en llantos.

    César, un saludo...Alexander.
    ...Somos campeones otra vez!!!!

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