jueves, diciembre 30, 2021

PEQUEÑECES URBANAS 10. Parte de todo

 

Han caminado mucho, más para sus parámetros que para los tuyos. Encuentro en Pies Descalzos, paso por Parques del Río –a esta hora, por la lluvia y el frío, solitario; pero ya vendrá la noche con sus luces y sus muchedumbres–, vuelta por Conquistadores, parada en Unicentro, circuito alrededor del campus de la U.P.B. “Estoy cansado, güevón”, se queja, pero seguís. Te sigue. La ciudad a esta hora, en este día y con este frío, es un sitio amable para deambular. Dan ganas de no detenerse, ir por ahí. Árboles, muchos árboles, y flores y arbustos: esto es lo que más te gusta de Medellín. Y, de pronto, en el que se eleva más alto por encima de las copas de sus compañeros, una criatura de tronco doble y ramas sin hojas (¿será por la época del año, estará enfermo, morirá de pie como todos ellos?), percibís lo que a primera vista parecen múltiples frutos. Un poco te deslumbra la luz opaca del cielo en el cual parece estampada la imagen. Como, además, tus ojos son de alcance corto, demorás extensos segundos para darte cuenta de que los frutos se mueven y emiten sonido y tienen una pequeña extensión a manera de cola. Es que son pájaros. Montones de pájaros. Muchísimos pájaros se asientan en la altura del árbol que no tiene hojas. Cada uno de ellos ha llegado ahí para pasar la noche o si acaso para hacer estación, pero, como sos antropocentrista e individualista, te permitís la idea de que es el mundo coqueteándote, alegrándote. Al instante ampliás el foco: los pájaros y los árboles, los insectos que no percibís, vos y tu amigo, las flores y la inmensa cantidad de seres que pueblan esta pequeña fracción del mundo, todo está ahí para formar parte de algo que está más allá de tu comprensión. Cada ser, incluyéndote, y cada objeto, cada imagen y cada idea que pasa por las mentes y las piedras, es parte de un todo enorme, armonioso y caótico, bello y temible. “Ah, qué bonito”, comenta. Tomemos unas fotos. Sigamos.



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