Desembarca uno del metro en la estación Envigado, se cruza con la mirada azul de un monito tuso y segundos después ve cómo se toma de la mano del que puede que sea su novio (o como ellos denominen el asunto) y caminan juntos por la pasarela. No debería ser así, pero inevitable hacer la fotografía. Los tiempos ya permiten este tipo de imágenes. Llegará un momento en que dos hombrecitos agarrados de la mano, o dos mujercitas, o dos o tres individuos sin marquilla alguna de género, vayan por ahí sin llamar en absoluto la atención de nadie. Mientras tanto, puede uno celebrar que ya la ciudad al menos permita estas manifestaciones de amor, de desafío, de indiferencia o de lo que sea que a ellos les dé la gana de hacer cuando se toman de la mano y acaban perdiéndose como cualesquier otros ciudadanos en las entrañas del centro comercial. Vamos avanzando.
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