viernes, septiembre 27, 2013

ENTREVISTA A LA DIRECTORA PATRICIA AYALA RUIZ

DON CA, EL RETRATO DE UN HOMBRE Y SU FELIZ MALDICIÓN



Hace ya muchos años desde que voy por el mundo con esta mujer, a quien para mí y la zona paisa llamo con su primer nombre, pero a quien para efectos de la promoción de la película he tenido que aprender a llamar en público por el nombre que todo el mundo le conoce, Patricia. Han sido muchas cosas las que hemos vivido; la más importante de todas, querernos. Todos los afectos dieron vueltas en torno nuestro, hasta que se asentó en nuestra relación el que mejor nos viene: el de la amistad, el que es para siempre.
Ella tenía diecisiete años cuando la conocí. Era una muchachita encantadora y muy, muy inteligente. Nos encontramos estudiando comunicación social periodismo en la universidad Los Libertadores y desde la primera vez que nos vimos, en un curso que valía mucho la pena, nos hicimos cómplices. Yo iba a escribir novelas, ella iba a salvar el mundo, o al menos eso era de lo que yo la acusaba, aunque tenía muy claro que su ambición era bastante más modesta: apenas estaba dispuesta a emprender una revolución personal, que la llevaría a donde quisiera. Y a donde ha querido la ha llevado (en esto se parece a su personaje): ha hecho periodismo de televisión, ha hecho documentales por encargo; ha hecho una película, acaba de terminar el rodaje de la segunda y tiene bien avanzados los proyectos de las dos siguientes. En todas ellas, su tema es la gente. Esa es su revolución. Y nada de discursos ni lecciones morales: Patricia ha aprendido a identificar dónde están las historias que le interesan y se ha enseñado a sí misma a contarlas. Acaba de hacer su primer largometraje, y yo, que tantas noches de su adolescencia caminé a su lado por la carrera séptima desde el centro hacia el norte, ahora, en el inicio de su vida como directora a punto de estrenar su ópera prima, he ido hasta Cartagena, donde, por supuesto, asiste al festival de cine, para entrevistarla y tratar de caminar a su lado cuando se ha convertido en la artista que todos sabíamos que podía ser.  
Para la intimidad me guardo su primer nombre, ese en el que es solamente mía y yo soy más suyo, y a fin de no confundir a la gente que de ahora en adelante oirá hablar mucho de ella aprendo a llamarla por el segundo.


Patricia, comencemos con la pregunta obvia: ¿qué es Don Ca?
Don Ca es un retrato documental de autor, de un personaje extraordinario con una vida salida totalmente de lo común, que vive en el Pacífico colombiano, que tiene una historia de apellidos y abolengos que harían pensar que tiene una vida predestinada. Y termina en un lugar totalmente insospechado.

¿Cuáles son los lugares de este personaje?
La selva. Básicamente, son la selva.

¿Y su abolengo de dónde procede?
Don Ca es Camilo Arroyo Arboleda, que es el sujeto del documental, el protagonista de la película. Sus abolengos vienen de Popayán. Este es un lugar particular, porque es como la cuna de la Independencia, pero también la cuna de la esclavitud… de los abolengos rancios. Entonces, si uno se sube en el árbol genealógico de don Ca encuentra a Camilo Torres, a Francisco José de Caldas, a Julio Arboleda…

A los fundadores del país.
Para lo bueno y para lo malo. Y este señor, a los veinte años, decide irse a vivir a la selva, obedeciendo a una maldición-bendición que le había arrojado su abuela cuando era niño.

“Entre negros morirás”.
Lo que él cuenta es que tenía nueve o diez años. Estaba en Popayán, viviendo en su casa materna, y escucha que hay un golpe fuerte; cree que su abuela se ha caído, va a mirar y no es su abuela que se ha caído, sino que está golpeando a la empleada negra, que era amiga de él. Y él responde violentamente. Le pide a la abuela que no golpee más a la chica, la abuela lo saca y él, sin darse cuenta, golpea a la abuela en la boca y la hace sangrar. La abuela le responde maldiciéndolo: “¡Entre negros morirás!”. Él tiene ahora 62 años y vive en Guapi, entre negros, desde hace unos cuarenta.

Estamos hablando de un hombre libertario desde su niñez. Libertario no solo con los negros, sino también consigo mismo. Esa renuncia a su abolengo payanés es un acto de independencia.
Sí. Es la idea de la película. El tema de la película es la libertad y lo que quería contar era que hay personas libres, que son muy pocas pero las hay, y libres en el mejor y más amplio sentido de la palabra. Renunciar a un futuro promisorio, a unos apellidos, a unos abolengos, y a una situación de comodidad, no es sencillo; es un acto valiente y un acto de libertad. Conozco muy pocas personas que hayan sido capaces de hacer lo que hace él, que es responder realmente a su deseo interior profundo: cueste lo que cueste. Esa es la idea del documental.

UN HOMBRE METIDO EN EL LUGAR


¿Cómo llegaste a Camilo Arroyo, a esa historia tan lejos de tu ámbito? Antes habías hecho televisión en City TV, habías hecho algunos documentales en tu ciudad. ¿Cómo llegaste a un hombre perdido en ese pueblo lejano que es Guapi?
Cuando uno es freelance hace muchas cosas. Y una de esas cosas bonitas que hice en los años antes de meterme de lleno con este proyecto, fue ir a Guapi a hacer un documental sobre el agua para ITVS, el canal estadounidense. Era Tierra de agua, del 2008, una coproducción entre ITVS y Señal Colombia a propósito del día internacional del agua, y tenía que encontrar un lanchero que no cobrara muy caro.
Lo más costoso de la producción en zonas de río son los desplazamientos fluviales, por la gasolina. A Guapi se llega por avión o desde Buenaventura en un barco, pero es una travesía agotadora, difícil. Así que buscando, buscando, alguien me refirió a Camilo Arroyo. Yo esperaba un lanchero negro y apareció un señor blanco, hablando con un acento totalmente ajeno al de los lugareños. Pero era un hombre metido en el lugar. Toda su imagen, sus palabras, la forma de hablar, eran las de una persona que no encaja en ese lugar. Pero su actividad y la forma como se relaciona eran las de una persona que está totalmente compenetrada con la comunidad. Un blanco metido, viviendo (no muriendo) entre negros. Viviendo en la misma pobreza.

Él no se traslada a Guapi con todo y su fortuna de varios siglos de antigüedad. ¿Renuncia a su fortuna y se va para allá?
Es que esta es una familia que tiene apellidos y abolengo, pero cuya fortuna se quedó en dos generaciones atrás. Pero él habría podido hacer mucho dinero, tener una vida de éxito. Él a lo que renuncia es a la posibilidad de ser un prestigioso personaje de la sociedad payanesa o de la sociedad colombiana. Hubiera podido ser fácilmente un político.

Además tiene un discurso que convence a cualquiera. Es un hombre de una gran fluidez verbal y de una gran simpatía personal.
Y es guapo, es carismático, es inteligente. Es culto. Tenía todo para ser lo que hubiera querido. Y lo cierto es que hizo lo que quiso. Lo que pasa es que en general estaríamos esperando que lo que quisiera fuera ser presidente de una empresa, un alto ejecutivo, senador de la República. Y lo que quiso fue ser un aventurero e irse para la selva y terminar viviendo en una comunidad muy interesante, que es la del Pacífico colombiano.

Bueno, entonces te encontraste ese lanchero que parecía tener una historia. ¿En qué momento se te convirtió en un personaje digno de documentar, como si fuera poco, en un largometraje?
Mira: a los cinco minutos. A los cinco minutos de estar conversando con él. Es tan arrolladora su personalidad y son tan interesantes sus historias, que a los cinco minutos de estar conversando le pregunté si alguien había hecho un documental sobre él. Me dijo: “No”. Y yo le dije: “Me lo pido”. Él se rio y pensó que era un chiste, pero unos meses después hice un viaje exclusivamente para poder conversar con él largo rato, hacer la investigación. Yo creo que eso es lo que pasa cuando uno hace trabajos documentales.

Es fácil que ocurra algo como eso en nuestro país, eso de encontrarse un personaje donde uno menos espera.
Este país es rico en historias. Tú abres la página de un periódico y encuentras, mínimo, tres posibilidades: de historias de ficción y de historias de documental. Pero también hay que tener algo que te interese más, que te mueva más. Algo que te cautive, que te emocione. Porque esa es la idea del documental de autor: el autor se compromete y se propone a dejar en ese trabajo un pedazo de sí. De su alma, de su vida, de su visión de la vida.

UN ASUNTO DE GÉNEROS



Cuando decís “el documental de autor”, ¿lo contraponés al documental periodístico?
Claro. Porque el documental para televisión; o, mejor, el documental por encargo, de formato: en él no hay que inventarse nada, no hay que inventarse una forma de narrar, porque la forma ya está inventada. Hay que ajustarse a un modelo y a un encargo, y hay que plegarse a una línea editorial, la de la casa productora o la del canal que te está contratando.

Quiero preguntarte esto: ya que tu formación es periodística, ¿qué tanto se parece el ‘olfato documentalista’ al ‘olfato periodístico’? Y esta pregunta, desde luego, está envenenada, porque muchas veces oigo a los documentalistas renegando del origen periodístico del documental. Y es una pelea que yo tengo con ellos.
Yo tengo la misma pelea. Sobre todo los documentalistas que buscan el documental de autor, son muy despectivos con el periodismo y con los periodistas. Pero es más bien con la deformación del periodista, o con el periodista de la coyuntura. Yo creo que para ser documentalista es un requisito indispensable tener olfato de periodista, tener una actitud de periodista ante la vida, pero la del periodista amplio que tiene una mirada curiosa, no prejuiciosa, y que no tiene miedo de decir y de poner en evidencia su punto de vista. Esa es, digamos, la diferencia. Pero es que en el periodismo también es posible hacerlo. Si yo tuviera que comparar el documental de autor con algún género periodístico, podría compararlo con la crónica. No con el reportaje, porque en este lo que buscas es poner en equilibrio varios puntos de vista acerca de un mismo fenómeno, y que sea el lector quien decida con cuál de todos esos puntos de vista se siente identificado o cuál de todos esos puntos de vista lo convence más. En la crónica, no. En la crónica te pliegas al punto de vista de un personaje o al tuyo, y el lector sabe que está leyendo, que se está enfrentando al punto de vista de uno de los personajes involucrados en este asunto, en este tema o en esta historia. Pero no necesita esa paridad, ese equilibrio de la información que se busca en el reportaje. Y eso no significa que sea mejor el reportaje que la crónica o que sea mejor el documental que el reportaje. No. Significa que hay historias y temas más adecuados para ser tratados de una forma periodística desde el reportaje o la crónica, y que hay temas o historias que funcionan muy bien, que pueden ser abordados, desde el documental de autor. O desde el documental por encargo. Son, simplemente, géneros distintos. Pero yo sí creo que el documentalista debe tener alma de periodista, en el sentido de la curiosidad por la realidad, de la necesidad o el gusto por el acercamiento a realidades distintas, a otras realidades, y en la habilidad para ese acercamiento. Porque pasa que muchos realizadores de cine y muchos chicos que se han formado en la producción de televisión o de cine, a la hora de hacer documentales, manejan muy bien la forma pero se angustian mucho, por ejemplo, en la elaboración de la entrevista, en el acercamiento con el personaje. No lo saben hacer, no les gusta, creen que no es de su competencia, y ahí patinan. Patinan mucho. Y lo bonito del documental de autor es que te exige tener de las dos cosas. Yo creo que por eso me gustó ese género. Porque mis dos grandes pasiones siempre fueron el cine y el periodismo, y en el documental de autor les doy salida a las dos.

¿Y la literatura qué espacio tiene ahí?
Yo creo que todo. No desde el punto de vista de la creación, aunque sí, porque para poderse ganar un premio hay que escribir un proyecto…

Y soy testigo del proyecto que hiciste cuando elaboraste la propuesta para acceder al premio que obtuviste en el FDC con Don Ca: es una hermosa investigación y una hermosa escritura de esa investigación. Y ya que llegamos a esto, contanos de dicho proceso.
Conozco a Camilo en el 2008, me voy en 2009 a hablar con él, me quedo una semana conversando y ratifico que había un personaje, que había una gran historia que había que contar.

DON CA SE BAÑA MUCHAS VECES EN EL MISMO RÍO


¿Cómo era la vida de Camilo Arroyo? ¿Cómo es? ¿Qué hace fascinante a este personaje como para convertirlo en objeto de documental?
Es un hombre que vive en una casa que no es la de él, pero que de alguna manera la ha hecho propia. No tiene ninguna clase de pertenencias, es como una especie de asceta. En ese momento ni siquiera tenía cama, por ejemplo; dormía en una hamaca y había unos colchones que enrollaban en la mañana y a la hora de ir a dormir los desenrollaban. No había habitación. Ahorita hay habitación, pero en ese momento no.

No había ni siquiera puertas en la casa.
No había puertas en la casa. Es una casa sin puertas y sin paredes. Pero no es una casa pobre, es una casa muy agradable. Es una gran casa, en medio de lo llano y de la falta de cosas. Pero es que no necesita cosas: eso era, eso es lo seductor. Porque realmente es mucho más rico que muchos de nosotros. Uno puede vivir en un apartamento de cien metros cuadrados, con dos baños, con dos habitaciones, pero no tiene lo que tiene él. Él tiene la selva al lado, tiene el río a sus pies. Se va y se baña en el río.

El río es un gran protagonista, tanto de tu documental como de la vida de Camilo Arroyo, ¿no? Más el río que el mar.
Claro. El mar está muy cerca. Es que es una zona como de encuentro. Y por eso es apetecida por los actores del conflicto, porque se convierte fácilmente en un corredor para la droga y para las armas: porque está muy cerca del río. El río está ahí, y el mar está a cinco minutos en una lancha rápida.

¿Y cómo es el río?
El Guapi es un río raro. Bonito, tranquilo. Es ancho, es imponente, pero es tranquilo, es amable. No es un río que te asuste, sino un río que te invita a entrar, a sumergirte, a zambullirte. Es amable, es un río amable. Y es un río particular, mira: tiene una cosa y es que a ciertas horas del día la marea va para un lado y a ciertas horas la marea va para el otro lado. Cambia de dirección el curso del río, por estar tan cerca del mar. Tú ves que la corriente va para un lado y luego ves que va para el otro; es una cosa como mágica, y es muy bonito.

Él ama mucho ese río.
Cuando uno le plantea la posibilidad de irse, de dejar ese lugar, por el conflicto, por la pobreza, por lo que sea, porque le surjan cosas en otro lugar, él me mira y me dice: “¿Tú te imaginas yo bañándome en un bañito de cuatro por tres, con paredes a los lados?”. No le cabe en la cabeza.

¿Él se baña en el río?
Él se baña en el río. No hay agua corriente en la casa. Es una vereda como la mayor parte de las veredas en Colombia, donde no hay agua, donde no hay luz y donde en algunos puntos entra la señal del celular. En Bonanza, donde él vive, entra la señal de celular, pero agua no hay. Como en la mayor parte del Pacífico colombiano. La gente lo que hace es recoger el agua lluvia y ha aprendido a vivir de ella; lo importante es que llueva.

UNA HISTORIA DE COLOMBIA EN PANTALLA GRANDE Y PANTALLA CHICA



Por lo que te oigo, estamos hablando no solo de un documental sobre una historia encantadora, sino también una historia que está untada de todos los problemas de nuestro país. De la exclusión, de la pobreza, de la violencia. Incluso, en una parte del documental, hacia el final, él dice una cosa que a mí me impresiona mucho: hablando de cómo la situación de Guapi, que es un pueblo muy feliz, de pronto se empieza a volver densa, él dice “pobrecitos los guapireños, les llegó Colombia”.
Les cayó Colombia encima, dice. Esa Colombia cargada de armas y de violencia y de ruido de metrallas. Esa era la intención desde el principio. Un documental de retrato puede quedarse en una anécdota si tú te quedas en el personaje exclusivamente. Y ningún personaje, por más maravilloso y extraordinario que sea, te da para eso. Precisamente, si el personaje es extraordinario y maravilloso tiene que trascender al personaje mismo. El personaje es realmente una excusa para hablar de otra cosa. Y en este caso Camilo Arroyo, Don Ca, era una excusa para hablar del país. Para hablar de los paraísos que se pierden y no pasa nada, a nadie le importa. Para hablar de la exclusión, para hablar de la pobreza. Y esto no estaba planeado, pero resultó: para hablar de la violencia del desarrollo. Porque cuando ya ha superado la crisis de la guerra, le llega la crisis del desarrollo y contra eso no hay nada qué hacer.

Algo inusual: Don Ca ya tiene un convenio de distribución en cartelera comercial con Cine Colombia. ¿Para cuándo está pensado esto y cómo lograste que un documental, que casi siempre está destinado a tener una vida más bien invisible en los festivales de cine y de pronto en la televisión o en una que otra universidad, llegue a la cartelera comercial de nuestro país?
La especialidad empieza con el tipo de convocatoria que se gana el proyecto. Don Ca participó cuando las convocatorias estaban abiertas para que los tres géneros que considera el FDC –ficción, animación y documental– concursaran en el mismo nivel. Se podía concursar por producción de largometraje para finalizar en 35 y se podía concursar con proyectos documentales en esa categoría. Normalmente se la ganan las ficciones, pero de vez en cuando hay un documental que también se gana ese premio, y eso fue lo que pasó con Don Ca. Eso significa que desde que nos ganamos el premio estábamos obligados a terminar en 35 milímetros.

Lo cual no volverá a ocurrir en los documentales colombianos, casi con seguridad.
Es muy inusual tener un documental finalizado en 35 milímetros. El registro de captura no es 35, sino es la finalización. Se captura en HD: lo que necesitas en un documental es tiempo, tiempo de captura. Aunque por mucho tiempo también los documentales se hicieron en formato de 35, en este momento sería una locura pretender capturar en 35. En este caso lo que se hizo fue capturar en HD y mediante un proceso que se llama blow up mandarlo a 35 milímetros... Lo que hicimos fue enseñarles a los exhibidores la película.

Eso ya es hablar de palabras mayores. Pero quiero volver un poquito sobre la idea de subir los documentales a 35 e insistir en que tal vez Don Ca, y Sonido bestial de Sandro Romero Rey, sean los últimos trabajos de este género subidos a 35. Parece que ya todo va para el digital y que esto también ocurrirá con la mayoría de los argumentales dentro de muy poco tiempo. En las últimas convocatorias del FDC ya no se conserva el requisito de terminar en 35.
Desde el año pasado cambió eso. Y me imagino que es algo que se va a mantener, porque realmente el FDC estaba como en contra de la evidencia, de la coyuntura y de lo que está pasando en el mundo, y les imponía a los productores terminar en 35 milímetros, cuando lo que está pasando es que las salas se están convirtiendo todas al digital.
Don Ca se preestrenó en la Muestra Internacional Documental, en Bogotá, en noviembre del año pasado. Fue la sesión inaugural de la Muestra. Y en esa sala [Embajador] hay proyección digital y de 35. Al proyector tuvieron que hacerle un arreglito, porque lo usan tan poco que estaba descalibrado. El 35 está destinado (tristemente o no tristemente, tiene sus más y sus menos) a desaparecer. Entonces era absurdo que la convocatoria insistiera en obligar a los productores a terminar en 35 milímetros, cuando todo va para el otro lado. En este momento ya no existe la obligatoriedad; existe la opción, pero no es obligatorio. Yo creo que de aquí en adelante las ficciones y los documentales, todo se va a terminar en DCP.

Y habiendo esa opción, tu segundo proyecto de largometraje, Un asunto de tierras, que ya está muy avanzado, ¿lo vas a terminar en DCP?
Se va a terminar en formato digital. A los amantes del celuloide les puede remorder esto, pero, la verdad, es exactamente lo mismo. Yo fui a México a hacer el proceso de inflado de Don Ca y pude verlo en 35 en una sala preparada con el mejor sonido, con el mejor proyector, y luego en DCP, y te debo decir, con dolor, que era más fiel el DCP. Es mejor la calidad de la proyección en DCP que en 35.

Pero de todas maneras no deja de ser emocionante haber terminado tu película en 35. Hay una cosa romántica ahí, ¿o no?
Claro, cuando uno dice voy a hacer cine, siempre piensa en los rollos de película.

Cuando empezaste este proyecto y te tomaste en serio la idea de documentar la vida de Camilo Arroyo, esa especie de patricio caucano que renuncia a su vida de gran señor y decir irse a vivir entre negros a Guapi, ¿qué pensabas que ibas a hacer?
En principio creí que iba a hacer un documental de 52 minutos.

¿Por qué 52? ¿Televisión?
Porque uno tiene la idea de la televisión metida en la cabeza. Recuerdo que apliqué a los encuentros que organiza el Ministerio de Cultura en el marco del festival de cine de Cartagena, hace tres años, al taller de reescritura y pitch, y me acuerdo mucho que los talleristas les recomendaban a los productores que hicieran formato 52 porque era lo que se veía en televisión, lo que las televisiones te exigían. Entonces, lo acomodé a 52 minutos. Pero en el mismo taller hubo un momento en el que Luciano Barisone, que era el director del Festival dei Popoli de Italia (hoy dirige Visions du Réel en Nyon, Suiza, festival en el que Don Ca tendrá su estreno internacional), escuchó mi presentación y preguntó por qué 52 minutos, si esta historia tan maravillosa daba para ochenta, para largometraje.

Terminaste finalmente en noventa.
La película tiene noventa minutos, porque, efectivamente, daba para eso. Pero nosotros hicimos coproducción con Señal Colombia y este canal, aparte del corte largo, nos exigió hacer una versión de 52 minutos. Yo pensé que eso iba a ser dificilísimo y dolorosísimo, pero finalmente sí se pudo hacer una versión de 52 minutos para televisión.

¿Cómo hiciste? ¿Te sobraban cosas en la de noventa?
No. Es que son dos lenguajes distintos. La versión de noventa minutos es para cine, con el ritmo de cine y con el tiempo del cine, y la de 52 minutos es una versión para televisión. No es que cambie radicalmente ni la propuesta estética ni el tratamiento audiovisual, ni la historia –por supuesto–.

Pero hay elementos de la versión para cine que no entran en la de televisión.
Claro. Digamos que la esencia es la misma, es la misma historia: un personaje que se ha jugado su vida por un camino distinto a los caminos preestablecidos, por vivir y por estar en su propio paraíso, en su particular paraíso, y de pronto el conflicto colombiano, y el mundo, la vida, lo obliga a moverse de ese lugar, lo obliga a tomar decisiones, lo enfrenta a una decisión importante de vida, que es de pronto tener que renunciar a aquello por lo que se la jugó. Esa es la esencia.

Colombia.
El país, claro. Ese es el dilema en que nos pone el país en un momento dado. Y eso está presente en ambas versiones. Pero, obviamente, la de noventa minutos te va a ofrecer más atmósfera: más atmósfera de Guapi, de ese paraíso, de ese lugar, de esos animales, de ese río. Y hay, obviamente, algunas escenas que no van a estar en la versión de 52 minutos.


EL COCO BLANCO DE LOS NIÑOS NEGROS


Bueno, mencionamos Guapi todo el tiempo, pero la verdad es que en Camilo Arroyo sigue habiendo algo de ese señor de alta clase de Popayán. Recuerdo específicamente toda la secuencia en que la película nos traslada, literalmente nos vamos en avión con el personaje para Popayán, y allí él se convierte en un personaje muy importante de la más importante celebración payanesa. ¿Cómo es ese otro lado de la historia de Camilo?
Es muy bonito. Una de las cosas que yo quería hacer desde el principio, visualmente hablando, era ese contraste entre lo blanco y lo negro, el pueblo de los negros y la ciudad blanca (Popayán es la Ciudad Blanca, literalmente); entre la fiesta pagana de Guapi, donde el 28 de diciembre la gente se disfraza con antifaces, con disfraces sofisticadísimos o no sofisticadísimos, matachines, en un gran carnaval, y salen con rejos de cuero de vaca a darle rejo a todo el mundo. De eso se trata el carnaval.

Ese carnaval, pura fiesta, se confronta de una manera bien interesante en la película con la solemnidad de la Semana Santa de Popayán. Y en ambos escenarios está Camilo Arroyo. Exploremos al personaje de la Semana Santa: no es simplemente un señor que se va a rezar a Popayán en esos días. De hecho, por lo que puede uno percibir, no se trata de un hombre especialmente religioso.
No es especialmente religioso, pero es respetuoso de sus tradiciones. Respeta el lugar y la cultura en que se inserta: si llega a Guapi, respeta la cultura de Guapi, respeta la cultura afro del Pacífico, se inserta en ella y se acomoda a ella, porque precisamente le saca el jugo, la aprehende. Y si se va para Popayán, que es su tierra natal, lo que hace es que él, que es creyente pero no va a misa, no es católico ni nada, juega el rol más importante, es la autoridad: el regidor, se llama; la gran autoridad de la Semana Santa, de las procesiones.

O sea: de toda su herencia, esa parte la conserva.
Sí. Y sin ningún problema. No cualquier persona puede ser regidor; tiene que tener una casta, un abolengo, un apellido, y él tiene derecho a ser, lo ha sido en ocasiones anteriores y lo fue en esta ocasión.

¿Y le gusta hacer eso?
Le gusta. Para su familia ese es un momento muy importante, y él le da un gran valor a la tradición. Se molesta mucho con los jóvenes que no respetan la procesión. Es bien particular: un personaje libre, que no por ser libre es irreverente. Al contrario, entre más libre más respetuoso, más respetuoso de su sociedad, de su cultura.

Interesante en Don Ca: siendo un documental de personaje, también lo es de personajes. Y en ese momento se parece mucho a un argumental, donde uno puede hacer un inventario de los personajes. ¿Quiénes son los personajes que cuentan en esta historia?
Obviamente Camilo Arroyo, que es el sujeto retratado. Y las personas que lo rodean, principalmente muchachos negros guapireños, adolescentes que están en un momento difícil de la vida, en un lugar difícil. No es fácil ser adolescente en Guapi.

¿Cómo pasa Camilo de ser un conductor de lancha a estar rodeado de adolescentes negros? ¿Qué pasa? ¿Los adopta?
Camilo terminó rodeado de niños, de jóvenes, de adolescentes a los que educa de alguna manera, a los que apadrina de alguna manera. Cuando llegó era el único blanco en un pueblo de negros, los niños nunca habían visto una persona así y tenían mucho miedo de semejante señor tan feo. Las mamás aprovecharon el miedo que les generaba Camilo Arroyo y lo convirtieron en el coco blanco de los niños negros. Empezaron a llevarle a los niños que se portaban mal, los que se orinaban en la cama, y songo zorongo terminó criando tres generaciones de muchachos, siendo el “papá” de un montón de chicos. Uno va caminando por Guapi y se puede encontrar perfectamente con un señor de treinta, cuarenta años, que lo ve y lo saluda, le dice papá Camilo con gran emoción. Papá Camilo.  Y no es un padre blandengue, para nada. Ni es un padre consentidor o complaciente. Es un padre fuerte, pero amoroso.

Me da la impresión de un hombre que entiende perfectamente esa cultura y que educa a estos muchachos sin acudir a modelos extraños.
Sí, es eso, tal cual como lo acabas de decir. No es fácil entenderlo. Es un personaje complejo, no es un samaritano, no es un personaje totalmente blanco, no es un personaje malvado. No. Es un ser humano. Complejo, muy complejo. Pero es un ser humano maravilloso. Valiente.

¿Y quiénes son los otros personajes, finalmente?
Son estos chicos que lo rodean. En este momento son pocos: vive con Jaime, que es un chico que acaba de cumplir dieciocho años y lleva unos dos viviendo en su casa, que trabaja mucho, es como la mano derecha de Camilo, es un chico tímido que no quiere ir al ejército pero sabe que en algún momento le va a tocar, que le encantan los gallos de pelea, muy noble y con familia. No es que Jaime no tenga familia: su mamá vive en Guapi con sus hermanos, pero él prefiere estar en casa de Camilo. Siente que allí aprende cosas, que es más interesante, más bonito, está la selva al lado, están los micos, trabaja la tierra. Y el otro personaje es David, un chico más abandonado. Su mamá lo dejó cuando era muy bebé al cuidado de su abuelo, y su abuelo realmente no era muy buen cuidador, entonces el niño termina en casa de Camilo.

Un personaje bien interesante, bastante complejo, este David.
Muy complejo. Es un niño que habla como adulto, a veces con la sabiduría del adulto y a veces con la amargura del adulto y la carga de violencia del adulto. Sin dejar de lado el encanto de la niñez, porque es un niño.

Creo que, aparte de Camilo, David es uno de los personajes que más empatía genera en los espectadores.
Creo que sí. Es el que más se queda, el que más impacta, porque dice cosas muy fuertes. También es muy gracioso. Es el que genera algunos conflictos.

¿Y no hay unos hijos propios de Camilo?
Tuvo dos hijos. Un primer hijo negro en su juventud temprana, al que no conoció. Es un hijo más o menos perdido. Y hay una segunda hija, ya a su vez mamá. Una hija negra. Los dos son hijos con mujeres negras, porque hay una cosa que Camilo no oculta y es su pasión por las mujeres negras. No solamente por el mundo afro, sino por las mujeres afro. Y ojalá bien negras. Dice: “Yo soy negrero. A mí me gustan los colores serios”.

EL BAILE DE MICAELA



Y falta un personaje que se roba el show en buena parte del documental: Micaela. ¿Quién es esa “mujer”?
Esa mujer, que no es mujer, es el único personaje femenino realmente de la película, porque la película es muy el mundo masculino. Micaela es un mono araña hembra que llegó a casa de Camilo hace un par de años, casi como encontrando un refugio. Era un animal que había sido explotado como por unos cirqueros que la maltrataban y no la alimentaban bien, así que estaba en muy mal estado. Unas monjas del pueblo la recogen, y como Camilo tiene fama de recoger de todo –niños, animales, gente extraviada–, le llevaron a la mica y él, efectivamente, la apadrina, la adopta, le pone nombre, la bautiza. Se llama Micaela y es su gran amiga, realmente un personaje importante a lo largo de toda la película.

Tan importante, que está en el afiche oficial. Sin embargo, en estos tiempos de ambientalistas y animalistas hay una pregunta obligada y es: ¿por qué los animales en casa de Camilo Arroyo están amarrados? 
Es difícil para el espectador desprevenido entenderlo. Nos choca mucho la imagen de un animal con una cadena. Pero en este caso hay que entender las aristas: la realidad no es en blanco y negro, no es un sí o un no, tiene sus matices y esos matices hay que tenerlos en cuenta. Micaela es un mono araña, muy inteligente, muy hábil, y si la dejas suelta –lo que hizo durante los primeros tiempos–: uno, se vuelve un problema para la comunidad, para sus vecinos, y la comunidad terminaría matándola. Inevitablemente. O, dos, se vuelve un problema para ella misma, porque Camilo sufre de hipertensión, así que tiene medicamentos en su casa. Medicamentos que no estarían vedados para Micaela, porque es muy hábil y si se puede mover dentro de la casa sin ningún problema se toma todas las pastillas, se las mete a la boca y se muere. Entonces, es necesario que él le ponga una cadenita y ella tenga un rango de movimiento limitado por momentos del día. Pero siempre pasa que él la suelta y salen a dar un paseo…

Y charlan en esos paseos y dialogan y él la llama.
Y ella vuelve. Él la suelta y la mica va y da unos paseos largos y totalmente libre por los árboles. Si ella no fuera absolutamente feliz al lado de él, yo creo, simplemente no volvería; se iría para la selva. Pero él le pide que vuelva y ella siempre vuelve.

Mientras tanto, hay que contar que ya estás haciendo tu segundo trabajo de largometraje documental, con importantes premios. Un asunto de tierras obtuvo el estímulo del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC) y ganó el premio Ibermedia en 2012.
Acabamos de terminar rodaje y empezamos la fase de montaje, y esperamos a final del año estar en finalización, que se va a hacer en Chile. Así que estaríamos estrenando más o menos en febrero de 2014.

No queda sino desearte lo que hay que desearles a los realizadores: ya que tenés una muy buena película, que también tengás muchos espectadores.
Sí, eso esperamos. Gracias.

Meses después de nuestra entrevista, 
Patricia y yo estamos con la productora Éricka Salazar y 
con don Ca en pleno metro de Medellín, durante la gira promocional de la película.


(Cartagena/Medellín, febrero-abril de 2013)

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